Me tomé un descanso, salí
al jardín, volteé el respaldo de la reposera y
me desparramé al sol.
Por un rato dejé volar a mi
mente, y se mandó un recorrido interesante: se fue al mar de noche, a sentir la
desconocida sensación de nadar a la luz de la luna.
Se concentró en todos los
sonidos, y se abstrajo de todos después.
Recordó momentos, imaginó situaciones,
olvidó por unos instantes el molesto dolor de cabeza.
Creo que hasta generó un
bache en blanco sin querer…y se volvió a detener en el calor del sol en la
piel.
Mi cabeza deseó, recordó,
olvidó, sintió, ignoró, valoró, volvió.
Después reaccioné, y la
energía extra que salí a buscar no la sentí. Si pensé que iba a fotosintetizar
me confundí de lleno.
Aunque el calor del sol, el
canto de los pájaros, el olor a pasto, son sensaciones tan dulces; recuerdan
tanto a tus abrazos, que eso reemplazó la glucosa que no supe fabricar, me
envolvió en ternura, y aunque nunca se fue el dolor de cabeza…ahora me importa
menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario