18 de septiembre de 2015

Desconectando

Me tomé un descanso, salí al jardín, volteé el respaldo de la reposera y  me desparramé al sol.
Por un rato dejé volar a mi mente, y se mandó un recorrido interesante: se fue al mar de noche, a sentir la desconocida sensación de nadar a la luz de la luna.
Se concentró en todos los sonidos, y se abstrajo de todos después. 
Recordó momentos, imaginó situaciones, olvidó por unos instantes el molesto dolor de cabeza.
Creo que hasta generó un bache en blanco sin querer…y se volvió a detener en el calor del sol en la piel.
Mi cabeza deseó, recordó, olvidó, sintió, ignoró, valoró, volvió.
Después reaccioné, y la energía extra que salí a buscar no la sentí. Si pensé que iba a fotosintetizar me confundí de lleno.

Aunque el calor del sol, el canto de los pájaros, el olor a pasto, son sensaciones tan dulces; recuerdan tanto a tus abrazos, que eso reemplazó la glucosa que no supe fabricar, me envolvió en ternura, y aunque nunca se fue el dolor de cabeza…ahora me importa menos.

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