Las mujeres
contando historias son como los pescadores: exageradas.
Y una las
escucha y mientras, intenta comprender por qué todas esas maravillas solamente
les pasan a otras mujeres, y no a una. Esto a su vez tiene un segundo efecto
perverso: revienta tu autoestima. Te ves al espejo, buscás los problemas que
impiden que te llegue la maravilla esa para poder compartir con una sonrisa que
rellena la cara…y obviamente, no encontrás nada. Nada tiene esa “siempre otra”
que vive situaciones fantásticas, tiernas, dulces y comprensivas, que no tengas
vos. Es más, a veces doña otra, ni siquiera tiene tus virtudes! Pero así
resulta la cosa, ella cuenta y vos escuchás comparando con tus paupérrimas
experiencias.
Pero a mi
también me calienta el sol.
A ellas les
interrumpe la rutina aquella sorpresa inesperada, aquel hombre perfecto que
siempre las atrajo, ese reconocimiento de sus pares que las dejaron
boquiabierta, ese vestido que les queda pintado, un viejo amor que no logra
olvidarlas, les cayeron de sorpresa los amigos y la llevaron a viajar por el
mundo en la alfombra mágica!
Y vos
ahí…atenta, analizando qué hiciste mal, que faltó para que alguito te tocara a
vos.
Pero un nuevo
estudio sociológico de la universidad de la vida ha venido a echar un manto de
claridad sobre el tema que, posiblemente te devuelva la autoestima…no digo a la
gran elevación, pero ya estás acostumbrada a no esperar tanto.
La cuestión es
que doña otra exagera. Y en algunos casos fabula. Investigando más a fondo,
siguiéndolas sigilosamente, entrevistando a familiares cercanos, la doña no era
taaaaan dichosa. Y la sorpresa no era tal, y el reconocimiento no fue superior
al que te dieron, y al vestido hubo que hacerle unos retoques porque no se veía
tan bien, y el viejo amor en realidad la ubicó por Facebook y le dijo “hola”, y
los amigos andaban de picnic en el parque y se acordaron de participarla del
evento.
No está mal la
verdad, ver en las pequeñas cosas, grandes ilusiones. En absoluto. Pero tampoco
vamos a permitir que nos afecte la tremenda diferencia de felicidad que
ostentan.
Pero a mi
también me calienta el sol.
Y justo ahí,
cuando estás en el fondo del pozo, solo cabe ir mejorando (robando letra). Nada
de lo anterior te va a importar, cuando puedas quererte más a vos, que a lo que
le pasa a los demás. A tu vida, que a la de al lado. Cuando dejes de creer que
a vos no y a la otra sí; y sientas que sos buena compañía (tuya). Y puedas
esconder la tristeza, olvidarla por ratos largos. Y tu corazón cobre más poder
que tu cabeza. (robando más letra).
Un día, nosotras
vamos a contar. Y el resto va a escuchar. Pero lleva tiempo, porque será sin
fabulaciones. Sin exageraciones y sin soberbia. Será verdad.
Porque a mi,
también me calienta el sol.
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