24 de agosto de 2015

Retomando el vicio

Las mujeres contando historias son como los pescadores: exageradas.
Y una las escucha y mientras, intenta comprender por qué todas esas maravillas solamente les pasan a otras mujeres, y no a una. Esto a su vez tiene un segundo efecto perverso: revienta tu autoestima. Te ves al espejo, buscás los problemas que impiden que te llegue la maravilla esa para poder compartir con una sonrisa que rellena la cara…y obviamente, no encontrás nada. Nada tiene esa “siempre otra” que vive situaciones fantásticas, tiernas, dulces y comprensivas, que no tengas vos. Es más, a veces doña otra, ni siquiera tiene tus virtudes! Pero así resulta la cosa, ella cuenta y vos escuchás comparando con tus paupérrimas experiencias.
Pero a mi también me calienta el sol.
A ellas les interrumpe la rutina aquella sorpresa inesperada, aquel hombre perfecto que siempre las atrajo, ese reconocimiento de sus pares que las dejaron boquiabierta, ese vestido que les queda pintado, un viejo amor que no logra olvidarlas, les cayeron de sorpresa los amigos y la llevaron a viajar por el mundo en la alfombra mágica!
Y vos ahí…atenta, analizando qué hiciste mal, que faltó para que alguito te tocara a vos.
Pero un nuevo estudio sociológico de la universidad de la vida ha venido a echar un manto de claridad sobre el tema que, posiblemente te devuelva la autoestima…no digo a la gran elevación, pero ya estás acostumbrada a no esperar tanto.
La cuestión es que doña otra exagera. Y en algunos casos fabula. Investigando más a fondo, siguiéndolas sigilosamente, entrevistando a familiares cercanos, la doña no era taaaaan dichosa. Y la sorpresa no era tal, y el reconocimiento no fue superior al que te dieron, y al vestido hubo que hacerle unos retoques porque no se veía tan bien, y el viejo amor en realidad la ubicó por Facebook y le dijo “hola”, y los amigos andaban de picnic en el parque y se acordaron de participarla del evento.
No está mal la verdad, ver en las pequeñas cosas, grandes ilusiones. En absoluto. Pero tampoco vamos a permitir que nos afecte la tremenda diferencia de felicidad que ostentan.
Pero a mi también me calienta el sol.
Y justo ahí, cuando estás en el fondo del pozo, solo cabe ir mejorando (robando letra). Nada de lo anterior te va a importar, cuando puedas quererte más a vos, que a lo que le pasa a los demás. A tu vida, que a la de al lado. Cuando dejes de creer que a vos no y a la otra sí; y sientas que sos buena compañía (tuya). Y puedas esconder la tristeza, olvidarla por ratos largos. Y tu corazón cobre más poder que tu cabeza. (robando más letra).
Un día, nosotras vamos a contar. Y el resto va a escuchar. Pero lleva tiempo, porque será sin fabulaciones. Sin exageraciones y sin soberbia. Será verdad.


Porque a mi, también me calienta el sol.

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