Uno se
pasa la vida aprendiendo. Aunque hay etapas para cada cosa pautadas por el
otro, que hacen incómodo seguir aprendiendo.
Estudiar en lo académico de “grande”, cursar, rendir,
es un caso. De a poco y paso a paso, uno debe correrse de la mirada del otro y
aceptar que tiene mucho para aprender. Que la experiencia y los años dan
mesura, vocabulario, responsabilidad, pero no más. Hay tanto que no se sabe, y
no tiene por qué saberse.
Me gusta
sorprenderme con eso. Lo disfruto.
No voy a volver
a hacer una carrera formal de nada más. Me lo prometí, y lo prometí. Pero me
quedan cuentas pendientes, libros por leer, autores por consultar, desafíos por
atravesar. Siento que me queda mucho sin aprender.
Paralelamente
está el resto de la vida, y ahí también parece que me queda un trecho. No sé
cuánto voy a vivir, nadie sabe. Pero cada día aprendo y siento que crezco, y
agradezco tener a cada persona que me enseña. Esto de tener cerca personajes
valiosos es fantástico, te enseñan primero a escuchar y después a valorar lo
que se escucha. Y tienen mucho valorable para decir.
Cuestión
que acá estoy, a los 51, entendiendo que siempre falta mucho, que no llegué a
ninguna parte; y lo más importante: que no quiero llegar. Solo quiero seguir,
hasta donde me de el cuerpo y con la compañía que me haga mejor en el camino y
que justamente, parece que estoy aprendiendo a elegir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario